Lo suficientemente invisible como para pasar inadvertido;
lo suficientemente visible como para no tener donde esconderme

27 feb 2013

Un CEO en bicicleta

De noche Adrián no dormía lo suficiente para poder tener tiempo de soñar despierto, aunque debo decirlo... durmiendo también soñaba... y cómo! Con la vehemencia de una locomotora, con la imperturbable sordera de un león hambriento comenzando a degustar a su presa. 
Así dormía Adrián, al menos hasta ese fatídico día que cambió su destino (si es que ya no lo tenía deliberadamente cambiado).
Todo su entorno conocía sus aspiraciones, furiosas y filosas, con planes de escalar hasta lo más alto la resbaladiza pirámide de una de las tantas corporaciones que buscan asomar el cuello en el relieve desértico del capitalismo. 

Se observó a sí mismo... su sueño hecho realidad, era el número uno! Aunque lo confundía un poco el hecho de recordar haber estacionado su bicicleta y colocarle el candado como todas las mañanas.
No importaba, era el #1, el Top of the Tops.... Asistiendo a mil reuniones, posponiendo otras tantas por no estar a la altura de sus prioridades, exigiendo a todos, firmando contratos, almorzando opulentamente durante horas, ofuscándose con su secretaria y quejándose de la ineptitud de todo el mundo, que -dicho sea de paso- por eso no llegaron a nada y él sí... Visitando sectores ante la mirada temerosa de todos, preguntando cosas sin sentido solo para ver el temor en los ojos de los empleados, escapándose con la diosa de recursos humanos, sometiendo, despilfarrando, presionando, en definitiva... reinando... 
Pero alguien golpea frenéticamente la puerta de su oficina.

Los golpes en la puerta lo confundieron.
El flaco Leiva llamaba con desesperación:
-Dale!!! Adrián!!! Salí del baño que te busca Ramirez! No seas boludo, que te van a rajar a la mierda!

Adrián se había quedado dormido, los pedidos se acumulaban en su puesto y quién sabe cuánto tiempo estuvo ahí sentado en el inodoro... 20 minutos, 40... o tal vez más.
Afuera Ramirez lo esperaba con una cara semejante a la del lunes pasado, cuando un patrullero le chocó el auto.

Dos horas más tarde, cabisbajo y aturdido ahí estaba Adrián, desenganchando por última vez la bici para irse a su casa. Hecho un bollito en su mano izquierda el papel con la dirección que le dió el flaco Leiva.
-Deciles que vas de parte mía, tal vez te consigan algo.

4 comentarios:

NsNc dijo...

Lo mejor que le puede pasar a Adrian, huir con su bicicleta de las garras del capitalismo que solo crean titeres reciclables

Principito dijo...

Andá... zurdita! :D

Alex dijo...

Pobre Ramirez que no estaba en el sueño de Adrián. Y pobre Adrián con su sueño hecho un bollito. Un capo Leiva, cómo zafó ese muchacho.

Principito dijo...

Ahora que lo pienso... cuantas veces nos despertamos y tenemos que hacer un bollito con lo que acabamos de soñar?
:(