Allí estaba ella, sonriéndole.
Y allí estaba él. Pensando a cada instante en esta última vez.
Ella, más encantadora que nunca. O tal vez su mente había estado idealizando esa imagen durante los dos últimos años.
Tantas palabras ensayadas, tantas confesiones que nunca salieron de su boca. Tantas mañanas habiéndose levantado con la decisión de hablarle, de abrir su corazón, de poner todo a sus pies...
Sin embargo este último día había llegado y nunca se lo dijo.
El final ya estaba ahí tomándola de la mano para llevársela lejos.
Pero claro... él no podía hablar. No podía destejer el poncho que la vida había tejido sobre su ser.
Así que, a pesar de ser lo que más deseaba en la vida, la estaba dejando ir.
Incluso trató de sonreir.
Ella lo miró a los ojos.
El sintió como sus entrañas se retorcían de angustia.
Sintió la pesadísima carga de lo que callaba oprimiendo su pecho.
Pero no podía... El ya tenía su vida armada. Ella iba camino a eso también...
Había pensado que este último día le daría por fin las fuerzas necesarias para hacerle frente a la verdad... pero no.
Ni siquiera sabía lo que ella sentía. Nunca se lo preguntó.
Y si sólo eran ideas suyas?
Y si fue su mente la que armó demasiado rápido un escenario sin ningún fundamento lógico?
-Mucha suerte -fue lo último que escuchó decir de ella. Sonriéndole, como siempre.
El se quedó inmóvil, detenido en el tiempo. Observándola irse para siempre. Necesitaba no pensar más en ella, darle un descanso a su cabeza.
Pero no podía.
Imagino, al igual que otras veces en las que soñaba con ella, que la corría hasta alcanzarla y le decía todo sin vueltas.
Pero no... simplemente se sumergió en sus laberintos emocionales, sin saber como resolver este argumento, sin imaginar como poder seguir la trama de este amor, inmenso amor que al parecer sólo existió dentro de los límites de su propia mente, de su hambriento corazón. Allí adentro, y sólo allí adentro, tal vez podrían estar juntos siempre.
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