"El progreso fue un fracaso, fue un suicidio…
La ansiada prosperidad, fue el más pesado vagón.
Para qué un juicio final, si ya, estamos deshechos
una explosión natural, hará una gran selección."
- "Madre hay una sola", Bersuit Vergarabat
La ansiada prosperidad, fue el más pesado vagón.
Para qué un juicio final, si ya, estamos deshechos
una explosión natural, hará una gran selección."
- "Madre hay una sola", Bersuit Vergarabat
Qucmi se dispuso a comenzar la lectura en el colorido dormitorio de sus hijos. Dos de ellos, Nuvz y Námepu, se preparaban -siguiendo la tradición de los Ipul- a oir un cuento al acostarse, antes de dormir. Esta costumbre era especialmente respetada las noches de dos lunas, cuando Noh y Tfogg brillaban entre las estrellas.
Por tercera vez habían elegido de común acuerdo un clásico: "El planeta azul", un viejo relato verídico inmortalizado por antiguos Uvsis Observadores en alguno de sus viajes por los suburbios de la galaxia.
La literatura infantil Ipul estaba repleta de relatos para nada inocentes, sino más bien de una crudeza impactante. Ellos consideraban muy positivo que los pequeños se fueran preparando para la dureza que en la vida adulta los esperaba.
Esa noche, en el silencio de aquel cálido hogar subterráneo, el texto y la buena dicción de Qucmi los transportaría una vez más mágicamente en el espacio y el tiempo...
Había una vez, hace muchas eras, un planeta azul y luminoso, el tercero de un sistema con un sol.
Era un sitio agradablemente cálido, donde las moléculas se combinaban sin descanso. Desbordante de vida y sonidos. En él convivían infinidad de especies, tantas que no se podían contar ni clasificar todas. Las había de las formas, tamaños y colores más variados. Multiplicándose, matando, muriendo, adaptándose... compitiendo en la carrera libre de la evolución.
De entre todas ellas surgió una especie dominante, de naturaleza distinta, la cumbre de la evolución. Se trataba de unos seres bípedos que se autoproclamaron Amos del mundo. Una raza arrogante y despiadada que fundando sus argumentos en su aparente capacidad inventiva y en su inteligencia impuso sus ideas y dominó al resto. Así su mano prensil, la herramienta más versátil jamás vista por esos cuadrantes, obedeció los mandatos de una mente prodigiosamente necia y con una ambición voraz que no tenía límites.
Poco a poco fueron extendiéndose y ocupando toda la superficie que les fue posible. Con el más absoluto desprecio desplazaron no sólo a otras especies de su hábitat sino a sus mismos pares enfrentándose en interminables luchas territoriales para las cuales desarrollaban dispositivos y artefactos cada vez más destructivos.
Elaboraron un macabro sistema llamado civilización mediante el cual consumían todos los recursos naturales posibles o los transformaban en elementos nocivos sin considerar nunca que no había forma de generar el proceso inverso.
Definitivamente se encaminaron en un sendero de ida, sin retorno.
Cada día que pasaba su planeta estaba más contaminado, castigado, sucio y tóxico y ellos en su ceguera le llamaban "progreso". Por si fuera poco, el mal llamado "progreso" solamente implicaba placeres y comfort para una -cada vez más reducida- minoría mientras la gran mayoría vivía de los desechos.
Los miembros de esta raza "superior" se quitaban la vida, individual y colectivamente, en un acto repentino o en forma de un largo proceso de envenenamiento, contradiciendo el más básico principio de supervivencia que rigió a la evolución de su ecosistemas.
La pequeña Námepu, que a estas alturas seguía atentamente la historia y estaba lejos de conciliar el sueño acotó:
-Puede llamarse evolución a ese largo proceso que desembocó en una raza semejante?
-Mmmmhhh... -reaccionó el padre-. Muchos se han hecho la misma pregunta. Muchos sabios ya lo han debatido hasta el cansancio...
Dijo esto y se detuvo pensativo un instante.
-Los Uvsis mienten -reaccionó Nuvz-. Esos Observadores falsearon los escritos. No hay otra explicación.
-Explicación?
-Claro, me resulta inaceptable que una especie tan imbécil sea la "cumbre de la evolución" de millones de años.
-Sí... -respondió Qucmi todavía sumido en profundidades cerebrales.
-Sin dudas los humanos no eran inteligentes, eran unos completos idiotas.
-Tal vez sí lo eran -dijo Námepu-. Tal vez el problema radicaba en que su egoísmo era aún mayor que su inteligencia. De qué sirve una excelente visión en medio de la niebla espesa de Mifsat?
El ejemplo de Námepu los dejó en silencio.
Qucmi sintió nostalgia, mucha nostalgia. Al parecer el tiempo aún no había enterrado el pasado tan lejano.
-Bueno, a dormir ahora que es tarde -reaccionó Qucmi de repente-. Mañana les seguiré contando.