Lo suficientemente invisible como para pasar inadvertido;
lo suficientemente visible como para no tener donde esconderme

7 mar 2005

Puntos de vista

"De sol a sol
labrando tierra tendrás tu pan
todos los ríos van al mar
pero éste nunca se llenará
todos los ríos
siempre volverán a donde salieron
para comenzar a correr de nuevo
lo que siempre fue lo mismo será
lo que siempre hicieron repetirán"
- Profecías, Vox Dei

Una considerable multitud de vecinos se agolpaba en el hall de planta baja del edificio. No, no se trataba de una reunión de consorcio sino de la chismosa curiosidad por ver salir a Luciana con su inmaculado vestido blanco rumbo a la iglesia. Agustín, su "vecino-novio-futuro esposo" estaría allí esperándola.
Prácticamente se habían criado juntos en aquel edificio nro. 3 que ahora los veía iniciar una nueva etapa de sus vidas.
Luciana, con la habitual impuntualidad que corresponde a su papel de novia, se aprestaba a tomar el ascensor por última vez como soltera. Escoltada por su padre, su madre, una hermana y un pelilargo fotógrafo.

Mientras bajaba, al atravesar el 3er piso donde su amado vivía recordó por milésima vez aquellas tardes en las que regaron la plantita del amor.
Y Luciana pensó: "Toda esta gente esperándome... Este gran acontecimiento que se produce gracias a mi. Si yo no le hubiera dicho que si a Agus aquella vez quien sabe como sería todo... De algo estoy segura, nada de esto estaría sucediendo".

El hermando de Agustín, chofer del auto-moño, esperaba en la puerta del edificio. Viendo a los vecinos ansiosos pensó: "Ja, que revuelo que armé. Todo es mi culpa. Si yo no le hubiera hablado tanto de ella no se habrían enganchado nunca".

El padre de Luciana, con unas copitas de licor encima bebidas con el sólo propósito de sobrellevar el duro trance, miró a la nena crecida tan de golpe y pensó: "Todo es obra mía! Si yo no le hubiera propuesto casamiento a la bruja nada de esto estaría sucediendo".

La novia sonriente y nerviosa, feliz y producida como nunca se subió al coche junto a su padre.
El dueño de la inmobiliaria Arubenti que justo pasaba por ahí contempló la escena y pensó: "Ja... estos chicos... al final se casan. Si toda esta gente supiera quien es el culpable... Quiero decir: si yo no les hubiera vendido los departamentos jamás se hubieran conocido!"

Mientras el auto se retiraba rodeado de emocionadas señoras que saludaban a Luciana, el pizzero de la esquina los vió pasar desde dentro del local y secándose la frente pensó: "Agustín y Luciana... uyyyyyyy cuánta gente!!! Si ellos supieran que todo esto es gracias a mí... Aquella vez que se habían peleado definitivamente hablé con cada uno... Yo fui el mediador en la reconciliación".

Y desde algún lugar, o mejor dicho desde todos los lugares, El Creador contemplaba la escena. Y pensó...

Qué creen ustedes que pensó?

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