Hablás de mí y no sabés quién soy
A quién amé y a quién odié de veras
Nunca sabrás si digo la verdad
Porque no sé qué mentira quisieras
- "Tesoro", Leo García
A quién amé y a quién odié de veras
Nunca sabrás si digo la verdad
Porque no sé qué mentira quisieras
- "Tesoro", Leo García
Aquella fatídica tarde en la que la autoprofecía de Mauro se convirtió en un hecho, la policía se encontró conmocionada al abrir el departamento y enfrentarse al hallazgo.
Él tenía muchísimos problemas, bueno es aclararlo. "Me va a estallar la cabeza", decía muy seriamente una y otra vez.
Ahora, en su dormitorio, cuatro oficiales de la seccional número 9 contemplaban con más asombro que espanto la escena ante sus ojos.
Su cuerpo sentado sobre una silla, las manos colgando a los costados y su cuello como una flor en primavera abierto en pétalos. Más arriba: nada.
Las paredes, la cama, el escritorio y los muebles... todos salpicados abundantemente con coloridos pensamientos. Un par de ideas habían rajado los cristales de una ventana manchada con mil colores que su mente había pincelado.
La cerámica del piso había sido regada con recuerdos tan valiosos como frágiles. Hasta la lámpara goteaba sufrimiento, angustias, esperanzas, amor y miedos.
Pude ver a los policías llorando al salir, conmovidos, tocados profundamente por el panorama mental.
El sargento Suarez, después de haber inspeccionado de cerca los pensamientos aún tibios sobre las paredes sólo atinó a murmurar entre sollozos: "Caramba... realmente era un buen tipo".
Él tenía muchísimos problemas, bueno es aclararlo. "Me va a estallar la cabeza", decía muy seriamente una y otra vez.
Ahora, en su dormitorio, cuatro oficiales de la seccional número 9 contemplaban con más asombro que espanto la escena ante sus ojos.
Su cuerpo sentado sobre una silla, las manos colgando a los costados y su cuello como una flor en primavera abierto en pétalos. Más arriba: nada.
Las paredes, la cama, el escritorio y los muebles... todos salpicados abundantemente con coloridos pensamientos. Un par de ideas habían rajado los cristales de una ventana manchada con mil colores que su mente había pincelado.
La cerámica del piso había sido regada con recuerdos tan valiosos como frágiles. Hasta la lámpara goteaba sufrimiento, angustias, esperanzas, amor y miedos.
Pude ver a los policías llorando al salir, conmovidos, tocados profundamente por el panorama mental.
El sargento Suarez, después de haber inspeccionado de cerca los pensamientos aún tibios sobre las paredes sólo atinó a murmurar entre sollozos: "Caramba... realmente era un buen tipo".